Las botas de esa época estaban hechas de cuero pesado, tenían puntas duras y llegaban hasta bien arriba del tobillo de los jugadores. Al principio, los jugadores simplemente clavaban tiras de cuero a los zapatos para aumentar el agarre, llevando a que la FA estableciera que ningún clavo debía asomarse por fuera del calzado. En 1933-1934 los dos equipos de la Sección de Rugby del F. C. Barcelona, que ya llevaban dos temporadas sin campo propio por haber dejado el club el arrendamiento del Sol de Baix, baja en rendimiento al no poder entrenar como es debido.